¿Qué hago ahora?
Hace poco escuché a una mujer anciana
decir con tristeza: “Mi vida de oración no se acerca si siquiera a lo que me
gustaría que fuera.” No se trataba de falsa humildad. Era el lamento de quien
ansía conocer más y más a Jesús.
El Apóstol Pablo también era ya muy
mayor cuando dijo, con una pasión similar: “Quiero conocer a Cristo.” Él nos
recuerda al atleta que se esfuerza por llegar a la meta final y continúa
diciendo: “Olvidando
lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo
avanzando a la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su
llamamiento celestial en Cristo Jesús“ (Filipenses 3:10, 13–14).
T. Austin-Sparks, reflexionando sobre la
inmensidad de Cristo, dijo: “El efecto de la obra del Espíritu Santo sobre
nosotros es el de llevarnos a la orilla de un inmenso océano que alcanza mucho
más allá de lo que podemos llegar a divisar; y en cuanto a los sentimientos:
¡qué profundidad y plenitud, la de Cristo! Si llegamos a vivir tanto como el
hombre que más haya vivido, todavía seguiremos en la orilla de esta vasta
inmensidad que es Cristo”
¡Conocer a Cristo es una búsqueda de
toda una vida!
Versículo
Clave
"¡Qué profundas son las riquezas de
la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables sus juicios e
impenetrables sus caminos!"
Romanos
11:33
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Las santas escrituras, contenidas en la biblia, palabra de Dios todopoderoso ha establecido en el libro de juan 3:16 lo siguiente que textualmente refiere: Porque de tal manera amò Dios al mundo que ha dado a su hijo unigènito para que todo aquel que en èl cree no se pierda mas tenga vida eterna.